miércoles, 30 de septiembre de 2009

Hasta cuando quiero vivir



El otro día pensaba sobre mi longevidad. Me dí cuenta de que no se trata de una cifra absoluta, al tiempo que quiero vivir, me refiero. Tiene más que ver con algunas variables como mi estado de salud, la falta que les haga a mis hijas, la compañía de mi mujer... hay otras como la plenitud o saber del trabajo terminado que supongo influyen. No me impresiona la muerte en si misma, no creo en reencarnaciones, espíritus ni gaitas pero tampoco los necesito. En el futuro, ya veremos. Igual me agarra el pánico pero no creo. Sé que soy necesario para algunas personas aquí y que, de momento me lo paso fenomenal casi cada día, que tengo muchos planes, cosas que aprender y algunas metas a medio plazo. Quiero saborear los éxitos de mis hijas y estar ahí para poner el hombro cuando se lleven un chasco. Quiero ser un viejo activo, de los que se pican jugando al tenis con carcamales de su edad o monta en bici con toda la parafernalia de cascos y culotes que tanto favorecen.
Probablemente 100 años estaría bien, quizá algo menos también, no mucho menos; quiero ver nietos con acné y para eso necesito un plazo largo.


Ahora me ha dado por bucear. Je, es la leche. La sensación más parecida a volar que imagino. Puedes quedar suspendido a la distancia que quieras del suelo, subir o bajar a gusto solo con inflar un poco los pulmones. Puedes escalar una montaña y bajarla con un leve aleteo, rozándola con la nariz. Definitivamente se hace muy corto el tiempo que dura una botella de aire.
Por ahora no he visitado arrecifes de coral ni zonas de buceo típicas como las Medas o el cabo de Gata. Solo tengo la sensación de ingravidez, pero es la leche. Igual que ha pillado de veterano y ya pensaba que no me sorprendería nada, pero esto mola. Se lo recomiendo a todo el mundo.
Ya contaré peripecias submarinas según me vayan aconteciendo.
Saludos